Por supuesto por un lado está el hecho de haber escuchado esa música desde que eras un niño, Carlos: a esa edad somos esponjas (y no es por el tópico) y asimilamos todo mucho más rápida y fácilmente. Yo no haría esa distinción entre "educación sentimental" con la música y "educación musical". Quizá sea de una forma no lineal o, digamos, estructurada, pero al final estás aprendiendo, te estás educando. Un ejemplo familiar sería lo que cuenta Antoine de Caunes en "Magma" sobre Vander: de pequeño escuchaba a Stravinsky y estaba acostumbrado a las visitas de músicos de Jazz. No creo que esa primera formación estuviese "organizada". Lo que te ha pasado es un auténtico lujo.
Sobre el tema en cuestión, hay un montón de temas a observar:
- Lo primero, he posteado la noticia como autocrítica: yo no sé si me habría parado a escuchar la música. Lo que sí que sé es que no habría reconocido a Joshua Redman ni habría apreciado la calidad de ese instrumento concreto, lo que me produce una gran pena, porque deja al descubierto más carencias culturales -ante mí mismo, que es lo que duele-.
- Hay muchos factores, efectivamente, que pueden hacer que uno se detenga o no: la sensibilidad personal, la educación, etc., pero también la prisa que se tenga, que se vaya con cascos, el día que lleve ese individuo, la hora que sea -como decía Ángel-... incluso que en ese momento cualquier circunstancia haga que la persona salga de su "burbuja", como que se le caiga algo, etc.
- Ángel, con tu comentario sobre el grupo en la Puerta del Sol me has devuelto un poco de fe en las personas: aún interpretando temas conocidos, es increíble que un grupo de cámara haya conseguido eso.
- Por otro lado, como ya se ha comentado, hay músicas más fácilmente asimilables: posiblemente si hubiese sido una banda tocando versiones de AC/DC alguien más se habría parado.
[Y quiero aprovechar para hacer una disquisición: enlazando con un comentario de David Fresno en el post del "Amantes del Prog Italiano", he aquí una prueba de algo que comentó y que acabo de ver de forma palpable: probablemente, de nuevo son especulaciones, una banda de versiones de AC/DC o de rancheras reuniría a más gente que un tio cantando versiones de Bisbal, porque en realidad el magnetismo (llamémoslo "X") de Bisbal sea personal más que musical.]
Por cierto, el párrafo de Ángel sobre el lenguaje universal y sus códigos, muy interesante, está también relacionado con el post al que me he referido donde hablaba de "un tipo de música (que) necesita una mayor preparación para ser asimilada y disfrutada". Digamos que rancheras o canciones de AC/DC entran ya dentro de nuestro de nuestro capital cultural. De alguna forma quién más, quién menos, todos hemos tenido acceso a esa música en algún momento y hace que nos resulte más sencilla de asimilar y disfrutar. Otra cosa es la preparación personal de cada uno, que hace de ese "goce" algo nimio comparado con el experimentado con otras músicas. Quizá ahí radique el quid de la cuestión.
- Tampoco hay que dejar de lado otro tema muy "humano": saber cuántas de esas personas que abarrotaron el Boston Symphony Hall habían ido a ver a Joshua Redman, y cuántas a que les viesen a ellos (y lo sé por dolorosas experiencias).
En cualquier caso pienso que es un problema de educación: por un lado cultural -nadie nace disfrutando esa música, hay que hacer que los niños tengan acceso a ella, si no es en casa (...), sí en la escuela, y por otro vital: saber establecer prioridades.