YES
HEAVEN & EARTH (2014)
Temas:
1. Believe Again (8:02)
2. The Game (6:51)
3. Step Beyond (5:34)
4. To Ascend (4:43)
5. In A World Of Our Own (5:20)
6. Light Of The Ages (7:41)
7. It Was All We Knew (4:13)
8. Subway Walls (9:03)
Músicos:
- Jon Davison / lead & lacking vocals, acoustic guitar
- Steve Howe / Portuguese , electric, acoustic & steel guitars, backing vocals
- Geoff Downes / keyboards, computer programming
- Chris Squire / bass, backing vocals
- Alan White / drums, percussion
Con:
- Billy Sherwood / mixing
Producción: Ray Thomas Baker.
Artwork: Roger Dean with Kate Haynes (design)
CD Frontiers Records - FR CD 651 (2014, Europe)
No es fácil reseñar un disco como Heaven and Earth dado que, sin duda, no estamos ante una de las obras más logradas del grupo. El disco, aparecido el 16 de Julio de 2014, recibió serios varapalos de la crítica y de muchos de los seguidores de largo recorrido del grupo que, probablemente, junto con Open Your Eyes, lo ubicaron en lo más bajo del escalafón yesiano.
El disco, además, tengo que reconocerlo, en lo personal supuso una decepción por cuanto el anterior, Fly from Here, a pesar de la dificultad que suponía suplir a alguien tan carismático y esencial para el grupo como Jon Anderson, había elevado el listón lo suficiente como para hacernos creer que se podía iniciar una nueva etapa en el grupo que, sin llegar a los estándares de calidad a que nos tenía acostumbrados en los 70, si nos permitiría, al menos, hablar de unos Yes veteranos con todavía algo que decir en este siglo XXI.
Desgraciadamente, no fue así, aunque para mí (y seguramente en contra de la opinión de muchos) este disco me resulta más interesante que Open your Eyes, disco que en mi ranking marca el nadir del grupo y, además, justo es manifestar que, tras las escuchas que le he prestado para hacer esta recensión, me ha gustado más de lo que lo hizo en su momento cuando, quizás, las expectativas condicionaron en exceso esa valoración inicial.
Pero vayamos con algunos detalles para ubicar el disco. Tras la aparición de Fly from Here (2011), la subsiguiente gira hubo de ser cancelada en 2011, en su pata Europea de diciembre, por enfermedad del cantante Benoit David quien, recordemos, había sido elegido, a su vez, para sustituir a Jon Anderson, debido a sus problemas físicos.
La enfermedad del cantante de Yes comenzaba a ser, pues, una tradición tan arraigada como la dudosa forma de solventar estos contratiempos por parte del resto del grupo. La sustitución de Jon Anderson ya supuso, en su momento, un cabreo monumental por parte de éste, mientras que ahora, el pobre Benoit David era apeado de la banda en aras del “show must go on”.
El elegido para sustituirle fue Jon Davison, cantante solista de la formación Glass Hammer (de algo más que “inspiración” yesera). Si Benoit David ya había sido presentado como una especie de sosías de Anderson (al menos en lo vocal), Jon Davison eleva este rasgo a la categoría de criterio de selección, ya que no solamente posee un timbre vocal que parece calcado al de Anderson, sino que, incluso, comparte con él buena parte de su, digamos, “peculiar filosofía” y hasta de su actitud corporal en el escenario.
Con la formación de Howe-Squire-White-Downes-Davison, Yes continuó su gira por Asia-Pacífico sin confirmar, al menos públicamente, si esta sustitución tendría carácter temporal o, como se vio posteriormente, permanente.
En 2013, con esta misma formación, Yes comenzaron su “Three Album Tour”. Una gira en la cual presentaban tres álbumes clásicos al completo cada noche. Inicialmente, The Yes Album, Close to the Edge y Going for the One.
Cuando Yes se metieron en el estudio en Enero de 2014 para grabar un nuevo álbum de temas originales, las expectativas se desataron. El disco anterior era bastante bueno, el nuevo cantante se había integrado perfectamente en el grupo y se anunciaba que su papel como compositor, además de cómo cantante, podía dar un nuevo aire al grupo. Para colmo se llamó a un productor de prestigio como Roy Thomas Baker, famoso, sobre todo, por su trabajo con Queen, quien, por otra parte, ya trabajara con Yes en tiempos tan lejanos como 1979, en las inconclusas sesiones de Paris.
Poco podíamos imaginar entonces que el resultado no sólo no sería el esperado sino que el primer disco de estudio con material original en el que participaba Jon Davison sería, al mismo tiempo, el último en el que lo haría Chris Squire. Puntal del grupo y único miembro superviviente de los Yes originales que, además, había estado presente en todos y cada uno de los discos de la formación.
Menos de un año después de la aparición de este álbum, en mayo de 2015, se hizo público que Chris había sido diagnosticado con un raro tipo de leucemia que acabó con su vida de forma fulminante el 27 de junio de 2015. Todo ello no sin, previamente, anunciar la sustitución temporal (como no) de Squire por Billy Sherwood para la gira en la que estaban embarcados. Billy Sherwood no solo había sido parte de Yes, entre 1997 y 2000, sino que había participado en Heaven & Earth haciéndose cargo de las mezclas.
La portada del álbum, como casi siempre, estuvo a cargo de Roger Dean, ofreciendo un resultado que, si bien no es de sus más lucidos si resulta tan reconocible como los demás. Demasiado “azul” para mi gusto y con una idea un tanto desvaída que, en el fondo, casa bastante con el contenido del disco. Una manía personal: El rayado del interior de las letras de “Yes” es algo que me desagrada profundamente.
El resultado global del disco, más allá del propio contenido de los temas, que luego revisaremos, siempre me ha dado una cierta sensación de apresuramiento. Sherwood comentó en su momento que el disco se acabó de grabar justo a tiempo para permitirles salir de gira. Yo tengo la impresión de que todo se hizo un tanto apresuradamente por este motivo. En todo caso, lo primero que salta a la vista es que el sonido no hace justicia a lo que se podía esperar de un productor tan experimentado como Roy Thomas Baker. El sonido es demasiado metálico, con una batería, la de White, que aparece demasiado plana y falta de contundencia.
Respecto de las composiciones, como se ha comentado, Jon Davison tomó un papel importante no solo en la música sino en las letras, actuando casi como catalizador, ya que fue el quien trabajó, primero, de forma separada en un par de temas con cada uno de los otros miembros para, finalmente, poner todo en común. De hecho, salvo en el tema “It Was Al We Knew”, cuya autoría en exclusiva recae en Steve Howe, Davison es coautor en cada uno de los 7 cortes restantes.
Veamos con algún detalle el contenido de los 8 temas que componen este Heaven and Earth.
1.- “Believe Again”. Con una duración de algo más de 8 minutos es el segundo tema más largo del disco. Está firmado por Jon Davison y Steve Howe y, particularmente, es uno de los temas que menos me desagradan del álbum. Un buen comienzo, en cualquier caso, que demuestra desde el principio el camino que va a seguir el álbum, mucho más luminoso que los anteriores, pero que, por el contrario, no anticipa demasiado, aún, las insuficiencias que se hacen mucho más palpables en otros temas.
Tras unos acordes un tanto naifs de teclado, la voz de Davison, apoyada puntualmente por Squire, demuestra que todo sigue estando ahí. No suena exactamente como Jon Anderson pero su voz tiene el mismo espíritu, incluso no anda exenta de esa cierta ñoñería que, con alguna frecuencia, muestra Anderson.
El estribillo ofrece una melodía de alegría casi contagiosa. Más cerca del pop progresivo que del prog de altura, no es hasta los 4 minutos, en que Howe saca a relucir con mayor plenitud su guitarra para hacer una de sus tradicionales escalas, cuando se da paso a un pasaje instrumental que nos hace presagiar lo mejor. Squire remarca con su bajo lo que parece ser el inicio de una segunda sección instrumental, pero, lamentablemente, minuto y medio después, el desarrollo se trunca para que Davison vuelva al tema del principio y al estribillo. Una lástima. Demasiado pronto. Un par de minutos más y el retorno al tema principal habría supuesto un plus de adrenalina, pero así, uno se queda con cierta sensación de coitus interruptus. En todo caso, un buen inicio que sirve como perfecto resumen del disco donde los momentos álgidos, que realmente disfrutamos, se ven cortados bruscamente, produciendo cierta frustración.
2.- The Game. El tema, de 6:51 minutos de duración, viene firmado por Chris Squire, Jon Davison y Gerad Johnson. Johnson es un teclista que ha colaborado eventualmente en algún proyecto de Chris Squire y en Fly From Here. La guitarra de Howe da paso a un tenue piano en un tema que no acaba de definirse hasta que Davison empieza a cantar. Un tema muy pop, desde luego. Una bonita melodía empañada por unos coros (aha ha aha aha…) que resultan demasiado blandos. Protagonismo absoluto de Davison. Apenas un pequeño punteo de Howe, intercalado con las vocalizaciones, va desarrollando un tema que, como tema pop, se me hace un tanto largo y un tanto repetitivo con un final que, por algún motivo me recuerda al final de Every Breath you take de Police (con excelente guitarra de Howe, eso sí). No está mal. No baja demasiado el listón respecto del primero pero, desde luego, tampoco lo sube. Además, vuelve a dejarnos con ese sabor agridulce de encontrarse a medio camino entre lo que podía haber sido y no llega a ser. No alcanza a verse la labor de Squire que, al menos en lo instrumental, queda bastante desdibujado, a pesar de cofirmar el tema.
3- Step Beyond. Esta vez el coautor, junto con el inefable Jon Davison es, de nuevo, Steve Howe, en un tema algo más corto, 5:34 minutos. El comienzo ya nos indica que la cosa comienza a cambiar. El teclado de Downes es bastante horrible. Pareciera tocar un Casio de juguete. La melodía cantada por DAvison, ramplona y pegadiza, no añade nada (nada bueno, quiero decir). Los coros que se van incorporando tampoco, pero, cuidado, al minuto y medio Howe parece avisar que ha acabado la tontería y el tema va a girar a… nada, falso amago, el estribillo resulta machacón con tanto “step beyond”. Davison lo intenta, canta con convicción, todos queremos ir un… paso más allá, pero Downes parece que no y sigue dando la murga con su tecladito. El tema tiene un cierto aire Beatleliano, pero de los Beatles más pachangueros (los de Obladi-Oblada y Octopus Garden). Definitivamente, este tema supone un marcado paso atrás respecto de los dos temas precedentes que, sin ser perfectos, prometían más.
4.- To Ascend. Coautores. Davison y… Alan White. Extraño, habida cuenta de que White no es uno de los compositores más prolíficos del grupo y que, una vez escuchado el tema, resulta de los menos “percusionados” del mismo. Una balada sencilla pero muy emotiva. La guitarra acústica de Howe da paso a un Davison que aquí cana de maravilla. Poco importa aquí si se parece o si no, si intenta igualar a Anderson o no. Las inflexiones de la voz son magníficas y la emotividad que transmite también. Escuchando esta canción uno odia más aún el precedente. Los coros, el piano, la suave percusión, la sencilla línea de bajo, todo está en su justo lugar. El tema nos devuelve la esperanza de que el disco, por fin, comience a despegar.
5.- In a World of our own. Autoría de Davison y Squire. Un marcado ritmo de batería da paso a la guitarra mientras Davison inicia el tema preguntándose por lo que falla en la nueva revolución. El tema resulta aún más beatleliano que Step Beyond, pero en este caso, afortunadamente, en su versión comercial y alegre pero no pachanguera (que conste que me encantan The Beatles, pero hay que reconocer que tienen 4 o 5 temas que, ya, ya). Lo que sí se me hace es un poquito largo, demasiada repetición del título del tema. Lo que está claro tras estos últimos tres cortes es que el disco va a tener poquito, muy poquito de prog.
6.- Light of the Ages. Davison es, sin duda, el protagonista en la composición del álbum y, en este caso, además, no se apoya en ningún otro músico. ES un tema firmado por él en exclusiva. En el comienzo, unas bonitas figuras de Howe a la guitarra demoran la entrada de la parte vocal que no lo hace hasta casi pasados dos minutos. Una entrada que resulta absolutamente andersoniana, con una preciosa melodía a la que sigue un interludio con piano y, de nuevo la guitarra, dando paso a un segundo motivo vocal en el que el novato, de nuevo, se luce. Squire no resalta demasiado en el disco, pero en este tema su bajo tiene mayor protagonismo, ofreciendo algunas líneas muy reconocibles. El tema va dejando un poso de melancolía mezclado con optimismo. Como ocurre con varios de los temas, resulta, eso sí, algo largo o, mejor dicho, se echa en falta algún tipo de desarrollo mayor que, a modo de interludio, lo haga menos repetitivo.
7.- It was all we knew. Único tema en el que no participa Davison en las labores compositivas, ya que la autoría corresponde en exclusiva a Steve Howe. Uno podría esperar algo más del tema que Howe se ha reservado para el álbum, pero lo cierto es que resulta un tema bastante anodino y, ciertamente, algo pachanguero por momentos. De los momentos más flojos del álbum.
8.- Subway Walls. El tema que cierra el álbum está cofirmado por Davison y Geoff Downes y es, sin duda, el momento más progresivo del disco y también el más largo, con más de 9 minutos. Una introducción en la que Downess parece haberse decidido a dejar su tecladito de juguete a un lado y, con un cierto aire a lo Jean Michel Jarre de los mejores tiempos, introduce un tema solemne reforzado por las percusiones de White que, por primera vez en todo el disco, se sale del simple acompañamiento. El bajo de Squire introduce un motivo que redobla la guitarra. Por fin, Squire suena a Squire. La línea vocal no es tan inspirada como en otros temas pero tampoco supone un lastre. Tras ella un largo interludio, el primero y único del disco que tiene el suficiente minutaje. Gustándome, sin embargo, el tema me resulta demasiado “arquetípico”. Mucha gente ubica este tema como el mejor del álbum. Puede serlo, pero hay algo en él que no me acaba de convencer. Me parece demasiado deliberado, demasiado pensado como jugada para contentar a los tradicionales fans. Una especie de “Venga, ya que hemos hecho un álbum marcadamente pop que no les va a gustar, démosles algo con lo que puedan disfrutar”.
Tengo que reconocer que, tras reescuchar este disco para hacer la reseña, me ha gustado más de lo que recordaba. De hecho, si exceptuamos el terrible Step Beyond y el anodino It was all we knew, los 6 restantes tienen un nivel notable. No es, desde luego, uno de los discos más logrados de Yes, ni muchísimo menos, pero tampoco lo pondría en último lugar. Hay discos que me gustan menos que éste. Si se evalúa como lo que es, un disco de pop progresivo, puede hasta decirse que “mantiene el tipo”.
En cualquier caso hay que reconocer que las deficiencias que el disco tiene no son achacables en modo alguno al novato Jon Davison, sino que, todo lo contrario, el hombre se ha cargado el álbum a sus hombros y son los demás los que han acompañado poco o nada.
Yes siempre ha sido un grupo en el que, más que las individualidades, ha destacado la labor de conjunto. En este caso, a poco que Howe o Squire, fundamentalmente, hubieran apoyado, el disco podría haber resultado realmente sobresaliente pero así resulta una mezcla demasiado heterogénea.
Particularmente, si el disco me resulta parciamente fallido no es tanto porque eche de menos a Jon Anderson como porque echo en falta a Howe y a Squire. La producción tampoco ayuda mucho, ya que, como decía al principio, resulta demasiado plana y un tanto metálica.
Downes no es Wakeman, eso está claro, pero puede dar más de lo que da en este álbum, como lo demuestra en las contadas ocasiones en las que se lo permite.
Lo de White ya no sé si es achacable a la producción o a que el hombre ya no pasa por sus mejores momentos, pero, ciertamente, la labor que realiza en el disco podría ser desempeñada por cualquier batería del montón.
En definitiva un disco “no demasiado bueno, no demasiado malo, sino todo lo contrario”.
Como curiosidad, la edición japonesa del disco incluía, como bonus, una versión acústica del tema “To Ascend”, que no he tenido ocasión de escuchar.
