Hacía tiempo que no volvía sobre mi particular tour de force

.
Ayer desempolvé la caja y me puse el primer concierto del DVD.
No quería comentar nada sobre mi propia percepción ya que, por encima de eso, se me impuso una sensación muy diferente, derivada de que, cuando estaba viéndolo se incorporó mi hijo y se sentó también a, distraídamente, verlo.
Tiene 19 años (bueno, hace dos días cumplió 20) y, musicalmente, anda un tanto disperso, con cosas que van desde un esporádico Jethro Tull a Izal o Vetusta Morla, pasando por Led Zeppelin y con una marcada tendencia a toda esa hornada de ignotos (para mi, por supuesto) nuevos cantautores. Un movimiento del que no tenía ni idea, si no fuera por sus noticias y que, al parecer, representa una escena similar a la que hace algunos años se vivía con gente como Javier Alvarez, Jorge Drexler, y demás.
Bueno, que me voy por las ramas. Lo que quería decir es que, mientras lo veíamos y escuchábamos, me dio por dirigir fugaces miradas a ver qué cara ponía y casi me parto de ver que no sabía siquiera que decir al respecto. Supongo que a flor de labios tenía un "pero, por dios, que demonios es eso?".
En lugar de eso, le veía que, confiando en mi criterio (pobrecillo) debía intuir que bajo aquella amalgama que implicaba un tipo dando voces mientras tocaba una plancha de metal con un martillo, otro tocando desafinadamente una trompetita de plástico, un tercero tocando un pequeño tecladito como si no fuera con él la cosa y un cuarto y último golpeando alocadamente unos tambores con unas maracas, debía de haber algo que se le escapaba.
Su cara de extrañeza me hizo concebir la idea de que ya era suficiente y sería mucho mejor poner el Intermedio.
La experiencia se zanjó con un "desde luego, papá, oyes cada cosa".
Sonreí y nos pusimos a ver a Wyoming.
Es ese momento me sentí... realmente enfermo.
