¿Podemos cuestionar, debido a lo que hacen en la actualidad, a músicos que tienen en su haber una monumental trayectoria musical? ¿Cómo criticarlos hoy por lo que componen en el ocaso de sus vidas?. Cabría preguntarse si no se han ganado el derecho de realizar lo que sienten en este momento. O, tal vez, alguna necesidad monetaria los lleva a lanzarse hacia aventuras de escasa inspiración y fácil accesibilidad, en su actual etapa de veteranía. No son preguntas de respuestas directas. Sobre todo porque somos, demasiado frecuentemente, muy condescendientes con nosotros mismos, pero no así con los demás. Agregaría que hay, incluso, razones de respeto hacia quienes nos dieron lo mejor de sí mismos en tiempos pasados, sin concesiones comerciales de ningún tipo, al punto de
innovar sorprendentemente en aquellos géneros musicales que elegimos escuchar cuando jóvenes y terminaron erigiéndose en iconos del rock mundial. Toda una gran interrogante difícil de contestar. Se podría decir que lo que hace hoy ¨tal o cual¨ artista es de ¨baja calidad¨ (para expresarlo delicadamente) comparado con lo que creó en sus épocas de gloria. Indudablemente. Pero ¿ dónde está el límite de la crítica? ¿Cabe realizarla?. Es una duda que se me plantea de manera más sentimental que razonable. La fría razón me puede llevar a
despreciar, en un comentario, el reciente trabajo de un viejo símbolo de la música de rock de todos los tiempos. En cambio, el sentimiento de enorme agradecimiento por lo que recibí de ese músico, en un momento determinado de mi vida, hace que ese comentario se detenga, debiendo reflexionar, y me replantee hasta dónde tengo el derecho de menospreciarlo. Posiblemente la respuesta a todas estas sensaciones sea el encontrar
un punto de equilibrio en el cual se mezclan la admiración, la condescendencia, y el silencio. Y aún así, no está nada fácil.
Un gran tema, que nos recuerda los días de gloria de dos gigantes .