En los últimos dos días este capítulo ha crecido hasta superar la marca de las nueve páginas. Ya es comparable con los que dejó mi padre o con el que concluí. Ninguno de los personajes sabe lo que le espera unos párrafos más adelante. Puede que algún lector esté mosqueado por algo (hay "cositas" en capítulos previos) y no se sorprenda excesivamente cuando pase lo que debe de pasar. Ya lo comenté, es el momento de inflexión de la obra, el punto de no retorno.
Por otro lado, es asombroso constatar como aparecen ideas pertinentes que se añaden al texto en tiempo real, sin haberlas medito ni poco ni mucho ni nada. Aparecen pensamientos, frases de la protagonista, que habla con la misma voz que lo hacía cuando el que redactaba era mi padre. Y todo ello sin el esfuerzo del ser mimético. Estoy contento y espero que pueda mantenerse este tono en lo que queda de capítulo y de obra.
Ayer recordé la existencia de otros textos fragmentarios e inéditos de mi padre. Creo que es posible usar al menos uno de ellos, convenientemente transformado, para la segunda parte de la novela. Pienso que todo aquello que el redactará y se pueda usar realzará el valor "Ignacio Romeo Pérez" de este texto.
Ya he dicho que no indicaré dónde está la transición entre lo suyo y lo mío. Incluso será divertido ver dónde encuentran otros esta frontera. Si hay dificultades para encontrarla ello significará que hice bien mi trabajo.