El sábado estuve viendo ésta, la última película de Woody Allen.
Permitidme que comience con una cuestión previa en la que coincido con una de las críticas aparecidas en un diario sobre este tema. Una cuestión que tiene que ver con elementos ajenos a la propia calidad de la película.
Soy gran defensor de la presunción de inocencia, pero reconozco que, en el caso de los abusos sexuales que vienen rodeando a la figura de Woody Allen desde hace años, hay suficientes elementos como para que, en cualquier otro caso, me planteara seriamente el ir a ver alguna de sus películas.
En este caso, también, pero lo cierto es que me cuesta mucho dejar de acudir a lo que para mi viene siendo una cita anual desde hace ya muchos años. Reencontrarme cada año con la nueva película de este hombre no es sólo ir a ver su nueva película sino, casi, un ritual personal, algo que ya forma parte de mis hábitos. Aún así, ya digo, tengo que hacer un ejercicio importante de abstracción para centrarme sólo en lo que hay en la pantalla.
¿Y qué hay en este caso?. Pues lo que hay es, sin duda, al película más amarga de Allen.
Woody Allen se mueve siempre entre tres o cuatro "tipos" de películas, en las que podrían irse encuadrando cada una de sus obras. Están las puramente cómicas, tipo "Toma el dinero y corre". Están las más costumbristas, llenas de diálogos sobre lo divino y lo humano, no exentas de pinceladas humor, tipo Manhattan. Están las de base policíaca, como Cassandra's Dream o Match Point. Y están las que reflejan dramas humanos con altas dosis de desesperanza, tipo Blue Jasmine.
Esta pertenece a este último tipo, pero, si bien en ocasiones anteriores, uno podía encontrar también aquí alguna nota humorística, algún personaje caricaturesco, algún elemento que hiciera la trama más liviana, en este caso no aparece por ningún lado y todos los personajes desprenden desesperanza y derrota.
Una historia bien narrada, una fotografía excelente y, por desgracia algo que viene siendo habitual en los últimos films de Allen donde, su punto álgido es, al tiempo, su punto flojo: el reparto.
Aquí tenemos a una Kate Winstlet que está expléndida, junto a un Justin Timberlake que resulta simplemente "anodino". Uno casi no alcanza a entender los motivos que pueden mover a esta mujer a mantener una historia con este hombre, ya que su falta de presencia y carisma es tal que resulta difícil entender que pueda despertar pasión alguna.
No es el único caso. Hay actores que están fantásticos y otros que resultan invisibles.
Quizás, en otras películas de Allen, donde el diálogo tiene una parte más fundamental eso no sea a la postre tan llamativo, pero en una historia de actores y actrices resulta un hándicap.
En definitiva, una buena película, con algunos altibajos, que no defraudará a los fans de Allen y que, seguramente, será recordada por ser su obra más amarga.