Esta es la historia del flipado este:
El 10 de agosto de 1993, Varg Vikernes asesinó a Oystein Aarseth, más conocido como Euronymous, de veintitrés puñaladas; dos en la cabeza, cinco en el cuello y dieciséis en la espalda.
Durante el juicio Vikernes aseguró, entre otras muchas cosas, que las puñaladas habían sido muchas menos de las que apuntaba la policía; Euronymous, en su ciega huida, habría caído sobre cristales rotos y se habría hecho varios cortes, pero ni mucho menos todas las heridas eran obra del cuchillo. También dijo que lo había hecho en defensa propia, ya que Euronymous planeaba matarle y él lo había descubierto y, consecuentemente, procurado la ventaja. Esto, sin embargo, no le impidió detenerse en un lago para quitarse de encima la sangre de Euronymous y para deshacerse de la ropa manchada.
Cuando todo esto ocurrió, Varg Vikernes tenía veinte años, y Euronymous veinticinco.
La oleada de comentarios, opiniones y pareceres al respecto que levantaron el asesinato, la detención y el juicio de Vikernes fue tal que se podrían escribir varios libros -que, de hecho, se han escrito- y el volumen de información disponible -procedente de muy diversas fuentes, incluyendo al propio Vikernes- es inmenso. Así que les ruego me disculpen si la lectura se les hace excesivamente larga y densa, o si encuentran que, por el contrario, en esta historia faltan datos. Dicho esto, sigamos adelante.
Quizá sea interesante rebobinar la cinta y volver al principio; no ya al principio de la amistad entre Vikernes y Euronymous, sino más al principio, todavía más. Quizá hasta llegar a cuando Vikernes era sólo un crío y tuvo que vivir durante un año en Bagdad porque su padre, ingeniero electrónico, trabajaba entonces para Saddam Hussein, desarrollando un programa informático. Durante este tiempo, Vikernes, de seis años, y su hermano mayor, tuvieron que asistir a una escuela pública, porque en el colegio inglés ya no quedaban plazas. Y aquí Vikernes descubrió algo interesante; si bien el profesor no se lo pensaba dos veces a la hora de largarle una hostia a algún alumno díscolo, con Vikernes y su hermano no se atrevía, porque eran blancos. Blancos caucásicos. Y este profesor no se atrevió a levantarle la mano a Vikernes ni siquiera cuando éste le llamó mono.
Vikernes también habló un poco acerca de sus padres; según él, su padre era uno de esos filonazis acomplejados: tiene en casa una bandera con la esvástica y le revientan los negros y los moros que vienen a su país a robarle su dinero, pero se avergüenza, y mucho, de que su hijo sea un skinhead de ideología nacionalsocialista. Una de las mayores preocupaciones de su madre, al parecer, era que a Vikernes se le ocurriera traer a casa a una chica negra pero, hasta ahora, la pobre mujer no ha sido capaz de hallar una explicación posible al hecho de que su hijo fuera/sea un neonazi de ovación y vuelta al ruedo. Lo cierto es que es todo un misterio, querida señora.
Tal vez les interese saber que Varg Vikernes ni se llama así ahora mismo, ni se llamaba así hasta, aproximadamente, 1992. A Vikernes, sus maravillosos padres lo bautizaron Kristian. Sí, sí, como lo leen: Kristian. Cuando Vikernes, ya más crecidito, fundó Burzum probablemente se dio cuenta de que eso de llamarse Kristian cuando tu pasatiempo preferido es ir por ahí quemando iglesias quizá no sea lo más coherente; y se cambió ese nombre que aborrecía por Varg, que significa lobo en sueco, y que tiene un estilo como más pagano, más salvaje, ¿no? Como más Cromañón, vamos, como las puntas de flecha de sílex y el irse a cagar detrás de un matorral sin tener ni papel higiénico.
En julio de este mismo año, y quizá tratando de deshacerse de la horrenda imagen que, desde 1993, va asociada a su nombre y apellidos, Vikernes volvió a cambiarse el nombre, figurando actualmente como Louis Cachet en el registro noruego de residentes.Vikernes tomó el apellido de su esposa, Marie Cachet, francesa, con la que vive actualmente en Limousin, Francia.