Por otro lado, yo nunca evalúo en función de la "progresividad" o "comercialidad" y menos aún por la "complejidad" o "accesibilidad".
Yo funciono con dos conceptos. El que la música me guste y el que la música me parezca interesante, conceptos que pueden superponerse o no.
Por lo demás, si hay un devenir y las cosas cambian, pues a mí me gusta que los creadores no se queden estancados en el pasado, por mucha "seguridad" que les dé. Conceptualmente me gusta el riesgo artístico. Otra cosa es que me guste o interese, obviamente.
Además, el que algo me interese o me guste no es un hecho instantáneo. Generalmente con nuevas obras de grupos o artistas cuya obra en general me gusta, lo nuevo me suena extraño y no me suele gustar mucho. Normalmente, suele haber ese "algo" que te incita a seguir escuchando. Al profundizar en el conocimiento pueden cambiar o no tanto tus impresiones o tus certezas. La historia personal como escuchante que lleve uno detrás es importante también.
Es que no somos receptores pasivos de arte, toda experiencia artística lleva implícita un interacción. Un ejemplo claro es la lectura de un texto, en la que el autor a través del proceso metal que tuvo al crearlo te lleva de la mano por el escrito. Es la fusión de dos mentes, de dos procesos.
Con un disco es similar. Ningún aspecto del objeto artístico es baladí, desde la portada hasta el orden de los temas, pasando por todo lo demás. También es un viaje cogido de la mano.
Si no te gusta el viaje, te bajas del autobús.
En el caso de Neil Young con Trans, éste tuvo mucho, mucho valor. Lo importante es que las canciones fueran buenas, porque esos arreglos le chirriaron a muchos.