Ayer estuve escuchando de nuevo los dos conciertos para piano de Ravel.
No sé que mirada echaría la violinista, ya que no puedo ver vídeos, pero a mí la música me basta y sobra.
Los dos conciertos son muy diferentes. Obviamente el adagio del concierto en sol es una maravilla. Los dos movimientos que lo enmarcan son más "agitados". En el tercero escucho cosas, algunos fragmentos, que no hubieran desentonado en composiciones de Stravinsky o Bartók. Hay como un cliché del impresionismo como de una música un tanto "quietista", como las maravillosas piezas para piano de Satie o el "Syrinx" para flauta de Debussy. Lo que tengo de estos músicos desmiente esta noción, digo yo.
El segundo concierto, el que está escrito para la mano izquierda, es mucho más sombrío pero, digmaos, avanza hacia la luz. Se va acelerando y volviendo más luminoso. Pese a la limitación técnica, no suena "limitado" y mi impresión es que se exige mucho al solista desde el punto de vista técnico. Hay varios pasajes a dos voces desde el piano. ¡Vaya dominio de la mano izquierda hay que tener! Como sabéis los que lo habéis escuchado es un todo continuo sin interrupción.
Lo que sí he notado en ambas obras es que hayuna exigencia técnica del solista que entra en un claro virtuosismo, pero en un virtuosimo al servicio de la pieza y no del lucimiento "acrobático" del solista.