El tremendo catarro que sufro está cediendo. Al menos ahora puedo leer.
Sin embargo, me siento paralizado a la hora de escribir, bloqueado. Es como sentirte fatigado, estar sólo a cien metros de una cumbre y pensar que no tienes ni fuerza ni aliento para coronar la montaña, que es este caso, es un ocho mil. Yo me he ido del Sistema Central al Himalaya directamente con "Innominado".
Además, el revoloteo de algunas ideas me confunden más que me ayudan. Hay ciertas situaciones que se van a dar y que no comprendo por qué existen, ni para qué. El psiquiatra le dirá al paciente que aunque se hace llamar John Smith no desciende de Cyrus Smith; y que en realidad podría llamarle Outis Nemo. ¿Por qué? ¿Para qué? Estas dudas afectan a la sección que tengo que terminar y que no es en absoluto mecánica.
Lo único que pienso es que usualmente el sentido o las nuevas perspectivas aparecen en el momento de redactar. No me pasa siempre pero sí a menudo. Es un curioso espectáculo verse convertido en el testigo del flujo del texto, con tan poca intervención voluntaria por mi parte. La narración nace, toma forma, crece, se complica antes mis ojos y no puedo hacer nada más que respetar lo que sucede.
Cuando me sucede una situación como ésta, de bloqueo, suelo mirar información en la Red acerca de la escritura creativa. Todo esto de la creación se ha estudiado mucho y desde posturas diversas. Yo puedo entender esto, pero no dejo de pensar que es intentar aprehender lo inaprensible.
Un niño se come un helado de chocolate y puede exclamar ¡Qué rico! como una expresión sincera de su propio placer. Luego, viene un equipo de científicos que analizan la bola de helado y el cucurucho desde todos los puntos de vista científicos posibles, incluyendo resonancias magnéticas, espectrometría de alta resolución, etc. analizando no sólo el producto sino también el proceso y como resultado final, habrán hecho un análisis exhaustivo, conocerán todas las características organolépticas del helado, pero no podrán responder el por qué de la exclamación ¡Qué rico!
Mientras escribo esto, recuerdo las dos sinopsis y la biografía que me han pedido para valorar los textos que he remitido a una pequeña editorial que empieza. He sido consciente de que he diseñado esos proyectos de libro como si de obras sinfónicas se trataran. Así, cada narración de Aurora de Tierra o cada sección de No mires atrás es como un movimiento sinfónico, cada uno con su naturaleza característica, en fuerte contraste con los que le preceden o siguen, y con atención especial hacia el lugar que ocupan. Y el conjunto de todos ellos dan sentido a toda la colección que es algo más que la suma de las partes. Por otro lado, he visto que en "Innominado" vuelve a existir la influencia del Número áureo, y que, como otros textos míos, esto se repite de forma fractal dentro de la misma narración. Es pasmoso, me di cuenta hace pocos días de esta realidad.
Hasta ese punto llega la vivencia de la música en mí, que impregna las cosas que hago. No lo he visto hasta hoy, hasta hace unos minutos.