De momento la narración contiene siete mil palabras repartidas en trece páginas. De hecho este lunes pasado trabajé intensamente en ella y logré terminar (sin revisar aún) una sección completa.
Sobre complejidades, esta maldita narración lo es, compleja. Además, he dosificado la revelación de ciertas cosas y eso se nota, ha sido un esfuerzo.
Si ganase el Nobel, mi discurso de aceptación (¿aceptación?) sería curioso. Sería un pensamiento leido en un disco de Heldon, de un filósofo francés, por el cual los creadores hacemos "realidad". De alguna manera somos demiurgos. Eso coincide con mi percepción de que mis relatos, de alguna manera son verdaderos. No autenticos, sino verdaderos.
Siguiendo a ese mismo pensador, la creación genera incomodidad. Puedo reconocerme en ello. El quid sería hacer algo con esa incomodidad.
Ayer por la noche, mientras aparentaba ver el Discovey Channel, no hacía más que darle vueltas a las nuevas ideas.
Mi sufrida esposa hacer de lector "cero" y ha estado trabajando en el texto y tiene algunas sugerencias que hacer. Creo que lo haremos a lo largo de esta mañana. Puedo que esto haga de cebador para poder seguir adelante.
Tengo cosas inacabadas. Lo más grave es una novela empezada en 1995, de la cual sólo existen las primerísimas versiones de los dos primeros capítulos. Se llama La vuelta de Väinö. Uno de esos fragmentos, el capítulo segundo, se publicó en fanzine.
Hay una narración de la que sólo escribí una página y que espera desde 2007 ó 2008 que se termine. Se trata de "El que observa luceros".
Etc.