Es posible que un sueño que tuve esta noche alimente una historia o se integre en una de ellas.
En Helsinki, un Helsinki irreal, alternativo y onírico. Estoy con una mujer, una amiga muy querida, torcemos a mano derecha con el coche, dejando las vías del tren a mano izquierda, es una desolada Mannerheimintie, la avenida principal de la ciudad. Y allí me veo, con diecinueve años y acompañado por mis padres, caminando por la acera del lado del Parlamento. Les (me) veo de espaldas, ya que caminan hacia el centro de la ciudad.
Detengo el coche en la niebla y me pongo a llorar como un niño, y le digo a ella, "¡Soy yo, soy yo!".