Bueno, sin duda, en esto como en todo habrá una parte de gente donde predomine el "postureo", pero no creo que sea el caso y a lo que yo me refiero nada tiene que ver con la impostura, sino con un proceso de búsqueda que, eso si, y esa era mi reflexión inicial, puede que, en un momento dado, te lleve "demasiado lejos".
Ya digo que, si hablo de ello no es porque esté en la otra orilla y lo critique sino porque yo mismo estoy inmerso en ello.
En mi opinión decir que algo "me gusta" es muy vago y a ese concepto de "gustar" se llega, al menos, por dos vías. Una es la inmediata, la que tiene que ver con el que algo te agrade en primera impresión. La segunda tiene que ver con el apasionamiento y con un cierto ejercicio intelectual.
No creo que haya que hace una tesis para disfrutar un disco, pero también es cierto que hay determinadas músicas que requieren de cierto "entrenamiento" para poder ser apreciadas en su totalidad y que intentar valorarlas cuando no se tiene esa experiencia previa es poco menos que absurdo.
Ahora bien, si existe esa barrera a partir de lo cual ya se entra en "la enfermedad" o no es algo sobre lo que no tengo opinión. Ya digo que yo, en ocasiones, he intuido traspasar determinada línea pero tengo pocas certezas sobre eso.
En mi caso, además, se produce un hecho curioso. Frecuentemente, me pongo frente al mueble de los cds para elegir uno. rAra vez hago eso de pillar el primero que cojo. Bien al contrario, pienso y medito que coger. NO escucho música por ciclos, como Carlos pero si que hay momentos en los que suelo estar enganchado con un tipo de música. En principio, hay discos que surgen como más apetecibles y disfrutables de forma inmediata (Camel, Neil Young, Genesis, que se yo), pero, casi invariablemente, al final acabo pillando uno de esos que no son tan inmediatos y con los que tengo que luchar un poquito. Al final, dejo Harvest y pongo Metropolis de Art Zoyd.
Su escucha es una mezcla de sensaciones. Algo casi hipnótico y adictivo. Pasados cinco o seis temas me empieza a cansar la falta de una melodía definida, de una instrumentación convencional, pero, al tiempo, soy incapaz de quitarlo con todos esos timbres metálicos y percusiones redoblando en mi cabeza. "Voy a escuchar un ratito más, un poco más". A final, acaba el disco y, todavía, me dan ganas de repetir.
En cambio, las veces que hago al contrario, que voy y pongo un disco de Camel, el proceso es el inverso. De primeras digo "caray, que buen disco, como mola, qué bien esta melodía, que bien esta guitarra..", pero inconscientemente, a los 20 minutos me doy cuenta de que estoy en la habitación, entretenido con cualquier otra cosa, sin acordarme de que en el salón sigue sonando el disco.