YO en este tema estoy cada vez más en la postura de Paco. Creo que la vida es demasiado corta y hay demasiada excelente música en el mundo como para seguir todo el tiempo removiendo el mismo puchero con el palito a ver si se desprende en el fondo alguna joyita oculta de los 70 a aparece algún nuevo grupo que vuelva a asemejarse a una combinación pálida de Genesis, King Crimson o Pink Floyd.
Sobre todo porque algo que comprobé en su momento es que, con la cantidad de música que asimilamos y compramos hoy en día, al final uno se deja para no se sabe cuando el profundizar incluso en las grandes obras (que son un buen puñado) y acaba oyendo todo el día grupitos y discos de tercera o cuarta fila que, no lo dudo, pueden tener su interés pero que cuando uno, cada cierto tiempo vuelve a escuchar Wish you were here, Close to the Edge o Tarkus dice, "coño, pero qué hago yo oyendo esto".
Cada cual tendrá sus gustos y su propia "línea de descubrimientos", pero lo mismo que tenemos esas grandes obras en el prog, también existen en la música barroca, en el clasicismo, en la contemporánea, en el cool, en el bop, en la fusión, en la canción de autor, en el country, en el folk, en la música de vanguardia.
A mi en ocasiones se me cruzan los cables cuando alguien presenta un disco de un grupo croata que le recuerda a una mezcla de Eloy y The Enid y no conoce ni un solo disco de Bob Dylan, de Joni Mitchel, de Tori Amos o de Silvio Rodríguez, y no ha escuchado en su vida ni a Ligeti, ni a Stravinski, ni a Bartok, como tampoco ha dedicado un segundo a Miles Davis, Charles Mingus, Steely Dan o Joy Division.
Hace poco, un conocido, avezado prog-fan me decía sorprendido "acabo de escuchar REvolver de The Beatles y es un pepino de disco". NO pude sino sorprenderme de su afirmación. Es cómo si hubiera descubierto el agua caliente. "Anda pues claro, ¿ahora te das cuenta?". "Sí, es que nunca había escuchado más que algunas canciones sueltas de The Beatles, jamás un album completo".
Supongo que todo responde a las necesidades de cada cual. YO, particularmente, siempre he necesitado navegar por aguas distintas. Es verdad que el prog es, digamos, mi elemento natural, mi campamento base, pero en muchos momentos, mi estado de ánimo me pide otras cosas. Momentos en los que toda la variedad que ofrece el prog, en sus distintos subestilos se me queda pequeña y necesita cambiar de aires. ES entonces cuando necesito ponerme un disco de Bob Dylan, de Tom Waits, de Joy Division, de Coltrane o de Mahler, según los casos. Y, desde luego los difruto mucho, muchísimo.
Ojo, entiendo también el otro punto de vista. En realidad es la tradicional dicotomía entre la especialización y la universalidad. Yo mismo, en ocasiones, me he deslizado por la pendiente de seguir y seguir por el mismo camino, descendiendo cada vez más en el detalle y escuchando grupos cada vez más marginales y minoritarios, con la satisfacción de haber encontrado eso que casi nadie más conoce, pero luego, ya digo, cuando uno vuelve a escuchar las grandes obras, se da cuenta de que, más allá del valor arqueológico, el disfrute musical que se obtiene no se parece ni de lejos al que experimentamos cuando escuchamos grandes obras.
Y estas no tienen porque ser las más conocidas ni los autores más famosos, desde luego. CAda cual seguirá su propio camino pero es que hay cosas tan, tan evidentes......