Son muchas las músicas que tenemos al alcance. Quizás demasiadas. Es por ello que resulta habitual que los discos, en el que tanto tiempo y esfuerzo han invertido los artistas, no reciban la atención que merecen.
Sin embargo, de vez en cuando un disco te engancha y se convierte casi en obsesión. Acaba el disco y lo vuelves a poner, hasta el día que lo abandonas. Nunca se sabe si definitiva o temporalmente. Si es lo segundo, lo conviertes en uno de tus clásicos particulares que revisitas cada cierto tiempo. Todavía es demasiado pronto para decir si este Isla Purgatorio va a alcanzar ese estatus, pero lo que está claro es que su escucha está siendo casi compulsiva.
El disco se abre con Neutoma y Totems. Son temas con pulsión, de los que te agarran por los bajos. O mejor dicho, por el bajo. Ambas melodías memorables de bajo son las que te dan la mano, junto a la batería de Trilla, para adentrarte en el universo de este quartet. Fuerte tensión rítmica pero dejando amplio espacio a los solistas. Temas a medio camino entre el jazz y el rock, con más predominio del primero, pero sin caer en terrenos jazz-rock.
A continuación viene la parte más "marciana" del disco. Tres extrañas miniaturas unidas por aires de libertad pero con personalidad propia cada una de ellas. Isla Purgatorio comparte título y músicos con el tema homónimo de Muñoz-Ontalva-Trilla, pero poco o nada tienen en común más allá de los aires zornianos del saxo de Alfonso. Sin Permiso, algo más extenso, empieza y termina en aguas más conocidas de jazz enérgico pero desparrama en una parte central free de altos vuelos. Nocturno, tan extraño como bello, es uno de esos temas que dan entidad a una obra. Es la vertiente más innovadora del cuarteto con un dúo guitarra-bajo de sonido deliciosamente tendido sobre el que el saxo y la percusión dan pinceladas de trazo expresionista.
Con Medusa vuelve la intensidad. Un leifmotiv central se alterna con diferentes climax de bajos obsesivos, baterías versátiles y solistas inspirados. Un patrón de composición muy jazz para uno de los temas más progresivos del disco. Claro está, progresivo a lo October Equus.
Arena Negra es el tema más molón del disco. El que puedes poner a los amigos sin que se asusten. Otra vez bajo y batería para enmarcar meciéndote de forma casi bailable para que disfrutes. Cuidado con los interludios, es el momento de despistar a los amigos.
Si Angel tenía ganas de hacer jazz, aquí lo tiene. Euryale es lo más que se ha acercado nunca el grupo a este estilo. Muy bien Angel no sólo soleando sino también acompañando al solista, lo cual suele ser más complicado. Alfonso, simplemente, se sale.
Y nos queda La Ofrenda. Un auténtico tiro con base rítmica y saxo zeuhl que dan paso, con un puente crimsoniano, a una batería de tono étnico sobre el que nuevamente se vuelven a lucir guitarra y saxo. Un tema que ha ido creciendo desde la primera escucha hasta convertirse en uno de mis favoritos. El disco acaba, muy inteligentemente en uno de sus momentos álgidos, lo que unido a su corta duración (enorme acierto) posiblemente sea la causa de la antes mencionada escucha adictiva.
Como ya he dejado entrever, la producción es fantástica. No sé como se ha grabado, pero el disco suena con una inmediatez tal que por momentos parece fruto de una sesión más que de una grabación por pistas. Realmente tenía ciertas dudas sobre la capacidad de OE en esta nueva faceta, pero han demostrado, no ya moverse con soltura, sino, posiblemente, haber conseguido su disco más personal.